Ciudad del Vaticano, 29/05/2008 .– El Santo Padre se encontró este mediodía con los miembros de la Conferencia Episcopal Italiana, que esta semana celebran en el Aula del Sínodo, en el Vaticano, su Asamblea General. El tema central de las sesiones es la evangelización y educación de las nuevas generaciones.
Al inicio de su discurso, el Papa afirmó que la cuestión de la "emergencia educativa", a la que se ha referido en diferentes ocasiones, "asume un rostro bien preciso: el de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones". En este ámbito "tenemos que afrontar -dijo- los obstáculos del relativismo, de una cultura que pone a Dios entre paréntesis y que desanima todas las decisiones que requieren un compromiso, en particular las decisiones definitivas, para privilegiar en cambio, en los distintos ámbitos de la vida, la afirmación de sí y las satisfacciones inmediatas".
Tras poner de relieve que para afrontar estas dificultades los obispos contaban con "numerosos carismas y energías evangelizadoras", que hay que "acoger con alegría", el Papa subrayó "la importancia, sobre todo, de las relaciones personales y especialmente la confesión sacramental y la dirección espiritual. Cada una de estas ocasiones es una posibilidad que se nos ofrece para que nuestros chicos y jóvenes perciban el rostro de aquel Dios que es el verdadero amigo del ser humano".
"La actual emergencia educativa -continuó- exige una educación que sea realmente tal" y que "constituye la premisa y el inicio de un camino (...) que ponga de nuevo en el centro la formación plena e íntegra de la persona humana". En este contexto se preguntó si "la estimulante confrontación entre centros formativos diversos suscitados por fuerzas populares múltiples, preocupadas por interpretar las decisiones educativas de las propias familias, que respeten los programas ministeriales válidos para todos, no favorecería la calidad de la enseñanza".
El Santo Padre resaltó que "en el marco de una laicidad sana y bien entendida, es necesario resistir a toda tendencia a considerar la religión, y en particular el cristianismo, como un hecho solo privado".
El Papa hizo hincapié en la atención que los prelados dedican a "la familia fundada en el matrimonio, (...) para alentar una cultura favorable y no hostil a la familia y a la vida, así como para pedir a las instituciones públicas una política coherente y orgánica que reconozca a la familia el papel fundamental que desarrolla en la sociedad, en particular para la generación y educación de los hijos". Asimismo, dijo, "nuestro compromiso por la dignidad y la tutela de la vida humana en todo momento y condición debe ser fuerte y constante".
"No podemos cerrar los ojos y callar frente a la pobreza, a las incomodidades y a las injusticias sociales que afligen a tanta parte de la humanidad y que exigen el compromiso generoso de todos. (...) Naturalmente -terminó- la disponibilidad para ir en su ayuda debe manifestarse en el respeto de las leyes, que aseguran el desarrollo ordenado de la vida social tanto dentro de un estado como en relación con quien viene del extranjero".
Al inicio de su discurso, el Papa afirmó que la cuestión de la "emergencia educativa", a la que se ha referido en diferentes ocasiones, "asume un rostro bien preciso: el de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones". En este ámbito "tenemos que afrontar -dijo- los obstáculos del relativismo, de una cultura que pone a Dios entre paréntesis y que desanima todas las decisiones que requieren un compromiso, en particular las decisiones definitivas, para privilegiar en cambio, en los distintos ámbitos de la vida, la afirmación de sí y las satisfacciones inmediatas".
Tras poner de relieve que para afrontar estas dificultades los obispos contaban con "numerosos carismas y energías evangelizadoras", que hay que "acoger con alegría", el Papa subrayó "la importancia, sobre todo, de las relaciones personales y especialmente la confesión sacramental y la dirección espiritual. Cada una de estas ocasiones es una posibilidad que se nos ofrece para que nuestros chicos y jóvenes perciban el rostro de aquel Dios que es el verdadero amigo del ser humano".
"La actual emergencia educativa -continuó- exige una educación que sea realmente tal" y que "constituye la premisa y el inicio de un camino (...) que ponga de nuevo en el centro la formación plena e íntegra de la persona humana". En este contexto se preguntó si "la estimulante confrontación entre centros formativos diversos suscitados por fuerzas populares múltiples, preocupadas por interpretar las decisiones educativas de las propias familias, que respeten los programas ministeriales válidos para todos, no favorecería la calidad de la enseñanza".
El Santo Padre resaltó que "en el marco de una laicidad sana y bien entendida, es necesario resistir a toda tendencia a considerar la religión, y en particular el cristianismo, como un hecho solo privado".
El Papa hizo hincapié en la atención que los prelados dedican a "la familia fundada en el matrimonio, (...) para alentar una cultura favorable y no hostil a la familia y a la vida, así como para pedir a las instituciones públicas una política coherente y orgánica que reconozca a la familia el papel fundamental que desarrolla en la sociedad, en particular para la generación y educación de los hijos". Asimismo, dijo, "nuestro compromiso por la dignidad y la tutela de la vida humana en todo momento y condición debe ser fuerte y constante".
"No podemos cerrar los ojos y callar frente a la pobreza, a las incomodidades y a las injusticias sociales que afligen a tanta parte de la humanidad y que exigen el compromiso generoso de todos. (...) Naturalmente -terminó- la disponibilidad para ir en su ayuda debe manifestarse en el respeto de las leyes, que aseguran el desarrollo ordenado de la vida social tanto dentro de un estado como en relación con quien viene del extranjero".
Fuente: VIS
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