El Papa recordó que la Comisión fue creada en 1958 por Pío XII, que "vio la necesidad de crear un organismo de la Santa Sede para intensificar y coordinar más estrechamente la obra desarrollada en favor de la Iglesia en Latinoamérica, ante la escasez de sus sacerdotes y misioneros". Por su parte, Juan Pablo II "corroboró y potenció esta iniciativa, con el fin de resaltar la especial solicitud pastoral del Sucesor de Pedro por las Iglesias que peregrinan en aquellas queridas tierras".
"El año pasado -prosiguió- recibí a muchos Obispos de América Latina y del Caribe en su visita "ad limina". Con ellos dialogué sobre la realidad de las Iglesias particulares que les han sido encomendadas. (...) A todos los acompaño con mi oración, para que continúen ejerciendo con fidelidad y alegría su servicio al Pueblo de Dios, impulsando en la hora presente la "Misión continental" que se está poniendo en marcha como fruto de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe".
El tema escogido para esa misión, "Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida", observó el Santo Padre, "continúa orientando los esfuerzos de los miembros de la Iglesia en aquellas amadas Naciones".
"Cuando presenté un balance de mi viaje apostólico a Brasil ante los miembros de la Curia Romana, me preguntaba: "¿Hizo bien Aparecida, buscando la vida para el mundo, en dar prioridad al discipulado de Jesucristo y a la evangelización? ¿Era una retirada equivocada hacia la interioridad?". A ello respondía con toda certeza: "No. Aparecida decidió lo correcto, precisamente porque mediante el nuevo encuentro con Jesucristo y su Evangelio, y sólo así, se suscitan las fuerzas que nos capacitan para dar la respuesta adecuada a los desafíos de nuestro tiempo".
"Para todos nosotros -rememoró Benedicto XVI-, el seminario fue un tiempo decisivo de discernimiento y preparación. Allí, en diálogo profundo con Cristo, se fue fortaleciendo nuestro deseo de enraizarnos hondamente en Él. En aquellos años, aprendimos a sentirnos en la Iglesia como en nuestra propia casa. (...) Por eso, me complace que esta Asamblea Plenaria haya dedicado su atención a la situación actual de los Seminarios en Latinoamérica".
"Para lograr presbíteros según el corazón de Cristo, se ha de poner la confianza en la acción del Espíritu Santo, más que en estrategias y cálculos humanos, y pedir con gran fe al Señor, "Dueño de la mies", que envíe numerosas y santas vocaciones al sacerdocio. (...) Por otro lado, la necesidad de sacerdotes para afrontar los retos del mundo de hoy, no debe inducir al abandono de un esmerado discernimiento de los candidatos, ni a descuidar las exigencias necesarias, incluso rigurosas, para que su proceso formativo ayude a hacer de ellos sacerdotes ejemplares".
"Por consiguiente, las recomendaciones pastorales de esta Asamblea -concluyó- han de ser un punto de referencia imprescindible para iluminar el quehacer de los Obispos de Latinoamérica y del Caribe en este delicado campo de la formación sacerdotal. Hoy más que nunca, es preciso que los seminaristas, con recta intención y al margen de cualquier otro interés, aspiren al sacerdocio movidos únicamente por la voluntad de ser auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo que, en comunión con sus Obispos, lo hagan presente con su ministerio y su testimonio de vida".
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