En esta fecha, no sólo se conmemora la purificación de nuestra Madre sino también, un segundo gran misterio: la presentación de Nuestro Redentor en el templo.
Además de la ley que obligaba a purificarse, había otra que ordenaba ofrecer a Dios al primogénito, aunque posteriormente podía ser rescatado por cierta suma de dinero. María cumplió estrictamente con todas esas ordenanzas. Permaneció 40 días en su casa sin dejarse ver, absteniéndose de entrar al templo y de participar en las ceremonias de culto. Luego se dirigió a Jerusalén con su hijo en brazos, hizo sus ofrendas como acción de gracias y para su expiación, presentó a su Hijo, por manos del sacerdote a su Padre Celestial y luego lo rescató por cinco shekels recibiéndolo de nuevo en sus brazos hasta que el Padre volviera a reclamarlo.
Sin duda alguna, Cristo nos dio un ejemplo de humildad, obediencia y devoción al renovar públicamente la propia oblación al Padre como El lo había hecho en su Encarnación.
Evangelio del día
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