A la festividad –que este año tuvo por lema “Discípulos y Testigos de la Solidaridad y la Caridad”-, fue invitado especialmente por el Obispo de Iquique, monseñor Marco Antonio Ordenes. Antes de su partida de La Tirana, comentó lo que más le llamó la atención de la fiesta, adentrándose en aspectos de la liturgia y de la vivencia de fe propia de la piedad popular. Así mismo, remarcó el carácter humano del mensaje de Jesús y valoró la asistencia de la Presidenta Michelle Bachelet a la principal ceremonia de la festividad.
- ¿Cómo ha sido su experiencia en La Tirana? ¿Qué le ha parecido?
- Para mí ha sido una gracia de Dios. Había estado en 1980 y quedé admirado en aquella ocasión, pero al volver después de 28 años he comprobado un avance extraordinario en lo que significa la acción pastoral que se realiza en este Santuario: tanta gente dedicada a preparar hasta el mínimo detalle, las celebraciones y los signos, que realmente conmocionan por la fuerza catequética, pedagógica, que encierran. Para mí fue una experiencia maravillosa y agradezco mucho a Dios haberla podido vivir, y a mi hermano, tan buen pastor de Iquique, Marco Ordenes, por invitarme.
- Al hablar de signos con fuerza catequética, ¿a qué se refiere?
- Por ejemplo, durante la Víspera y en el día central de la fiesta, sin quitarle ni un ápice a la liturgia católica de la eucaristía, se incorporaron -en distintos momentos de la misma- elementos y actos propios de los bailes religiosos, como en el Canto del Gloria una danza magnífica de las cuyacas incensando el altar. Después ocurrió lo mismo en el anuncio del Evangelio, cuando un caporal hizo una especie de pregón previo al Evangelio y luego una procesión encabezada por el diácono con el libro de los Evangelios en alto y compuesta por danzantes, se desplazó desde el centro de la plaza hacia el altar, pasando en medio de la multitud. Es una situación muy expectante, en el sentido de que viene algo especial, ¡y viene la palabra de Dios! Uno siente como eso conmociona a la multitud. Lo mismo sucede cuando en el canto del Santo el baile de los chunchos crea otra situación magnífica de alabanza.
- Fuera del templo, ¿qué le ha llamado la atención?
- El espectáculo religioso que se percibe, porque uno ve que los bailarines danzan y la gente que está los mira, goza del espectáculo multicolor, de la danza. Pero ellos están como orando, es decir, ellos no realizan su baile para lucirse, que es lo que normalmente ocurre en un carnaval, en un festival de música, de danza; no, ellos están haciendo un acto cultual.
Otro momento culminante, para mí y en relación al 80, fue el descenso de la Virgen el día de la misa Solemne. Antes se hacía dentro del templo y sólo lo veían los que podían entrar, pero ahora es afuera. Ahí se produce un despliegue de cintas que van desde la imagen hasta la gente en la plaza, creando una especie de ligazón física que quiere significar la unión con María. Realmente es algo que impacta, que conmociona y que crea una sensación muy especial. Y el silencio. Anoche me impresionó el silencio que se produjo cuando el Obispo invitó a hacerlo antes y durante la misa. Que se logre un silencio tan religioso donde hay, no sé, 40, 50, 60 mil personas es otra cosa que me impactó profundamente.
- ¿Y tuvo ocasión de ver la fila de los peregrinos?
- Me impresiona también el fervor con que esperan ahí largas filas para llegar un momentito ante la imagen, tocar su manto y expresar sus súplicas, su agradecimiento. Yo creo que toda la fiesta es una cosa extraordinaria. Los que a veces con tanta superficialidad hablan de que esto es paganismo, con todo el respeto que me merecen sus opiniones, creo que no entienden nada o se han dejado llevar a veces por los comentarios periodísticos superficiales. Aquí hay una vivencia de fe extraordinaria y además hay una preservación de la identidad cultural del pueblo del norte.La piedad popular creo que es un don de Dios que, evidentemente, y que los pastores tienen que ir buscando caminos para ir evangelizándolas y llevándolas a lo esencial que es Cristo y el Evangelio, y aquí a mí a mi modo de ver han llegado a una síntesis que yo diría que está casi a la perfección. En otros santuarios, al menos, nosotros estamos intentándolo. Son los lugares en donde los más humildes especialmente se abren a lo trascendente y eso creo que tiene un valor inmenso y Aparecida así lo ha valorado, nuestras Orientaciones Pastorales lo mismo.
- ¿Se sintió acogido en La Tirana?
- Me he sentido acogido de una manera extraordinaria. Es increíble la fuerza de la imagen. Yo no tenía por qué ser conocido aquí en Iquique. He estado tres veces en mi vida, o sea, he pasado momentos muy fugaces. Pero por ser presidente de la Conferencia y por tener que hablar a veces ante las cámaras de televisión y decir algunas cosas, uno se hace más conocido y me ha impresionado, y lo digo con mucha humildad. La gente me saludaba y me agradecía por lo que he dicho en favor especialmente de los más pobres, de su mayor dignificación, de una sociedad más equitativa. O sea, uno se da cuenta la tremenda influencia de los medios de comunicación. Yo prácticamente soy un desconocido y, sin embargo, soy conocido por los medios de comunicación, particularmente la televisión.
- Por esas mismas impresiones que recibió, ¿considera que el mensaje que hace a favor de los pobres, interpelando siempre por la justicia social, es algo que la gente valora de la Iglesia en general?
- La verdadera evangelización es el anuncio de Jesucristo en las realidades humanas concretas. Nada de lo humano es ajeno a la fe. Y por lo tanto, yo he sido intérprete, por mi responsabilidad actual (en otros momentos fueron otros), y creo que estamos en el camino que nos corresponde. Es como dije en la homilía, comentando el texto de la Anunciación, para Dios nada es imposible. Ojalá de aquí al 2010, por lo menos se profundicen los caminos de una sociedad más reconciliada, una sociedad más dignificadora de cada ser humano, y una sociedad más solidaria, especialmente preocupada de los sectores más pobres y desposeídos.Creo que ese mensaje llega porque es el mensaje de Cristo. Simplemente es un Evangelio que toca un poco la vida. En nuestras prédicas, tenemos que pedirle a Dios esa gracia. O sea, Dios no es ajeno a las realidades de este mundo, todo lo contrario. Nosotros no tenemos una postura partidista, eso le corresponde a los laicos, pero nosotros como pastores tenemos que iluminar la realidad desde la óptica del Evangelio, y comprometiéndonos claramente, como lo ha reafirmado Aparecida, en la opción preferencial por los más pobres.
- En otro ámbito, ¿qué le parece que haya asistido la presidenta de la República?
- Yo lo encuentro válido y también muy hermoso de parte de ella. La máxima autoridad del país tiene el evidente derecho de ir a saludar al pueblo que sirve en los lugares donde se junta, y ella consideró un deber llegar acá. Alguien me preguntó si hay manipulación política; yo no lo veo así. Creo que ella es una mujer que está sirviendo a Chile con todas las dificultades que existen. Creo que tiene una muy noble intención, y creo también que debe haberle producido, y así lo dijo, un impacto emocional muy fuerte participar de una fiesta religiosa. Ella es una mujer que no tiene el don de la fe, pero creo que tiene valores muy profundos que coinciden mucho con los valores del Evangelio. Dios como quiera y cuando quiera... quizá también un día, pueda llegar a la fe. ¿Por qué no?
Fuente: Iglesia.cl - Comunicaciones Iquique
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