Benedicto XVI explicó que este santo nació en Gran Bretaña en torno al 675 "y fue bautizado con el nombre de Winfrido. Ingresó muy joven en un monasterio, atraído por el ideal monástico. (...) Una vez ordenado sacerdote, a los treinta años, sintió la llamada de Dios al apostolado entre los paganos del continente".
"En el 716, Winfrido, con algunos compañeros se dirigió a Frisia (la actual Holanda) donde, por la oposición del jefe local, fracasó en su primera iniciativa evangelizadora", pero "dos años más tarde viajó a Roma para hablar con el Papa Gregorio II", que "le impuso el nombre de Bonifacio y le confió con cartas oficiales la tarea de predicar el evangelio entre los pueblos germánicos".
Bonifacio "consiguió grandes resultados" y el Pontífice le confirió la consagración episcopal. "Con gran prudencia, el santo restauró la disciplina eclesiástica, convocó varios sínodos para garantizar la autoridad de los cánones sagrados, reforzó la necesaria comunión con el romano pontífice".
El Santo Padre recordó que Bonifacio "impulsó la creación de varios monasterios, masculinos y femeninos, para que fueran como un faro para la irradiación de la fe y de la cultura humana y cristiana en el territorio".
Cuando estaba a punto de cumplir 80 años, dijo el Papa, "se preparó a una nueva misión evangelizadora (...) donde había iniciado su labor". Sin embargo, en el 754, "mientras estaba celebrando misa en Dokkum (actual Holanda del norte), unos paganos lo asesinaron".
Benedicto XVI se preguntó "qué mensaje podemos recoger después de varios siglos, de la enseñanza y de la prodigiosa actividad de este gran misionero y mártir". En primer lugar, dijo, "la centralidad de la Palabra de Dios, vivida e interpretada en la fe de la Iglesia, que predicó y testimonió hasta el don supremo de sí en el martirio". En segundo lugar, "su fiel comunión con la sede apostólica, que era un principio fijo y central de su labor de misionero".
"Fruto de este empeño -subrayó- fue el sólido espíritu de cohesión en torno al Sucesor de Pedro que Bonifacio transmitió a las iglesias de su territorio de misión, uniendo con Roma Inglaterra, Alemania y Francia y contribuyendo así de modo determinante a poner aquellas raíces cristinas de Europa que habrían producido fecundos frutos en los siglos sucesivos".
El Santo Padre se refirió en tercer lugar a la promoción por parte del santo "del encuentro entre la cultura romano-cristiana y la cultura germánica. Transmitiendo el antiguo patrimonio de valores cristianos introdujo en las poblaciones que evangelizaba un nuevo estilo de vida más humano, gracias al cual eran mejor respetados los derechos inalienables de la persona".
"El testimonio valiente de Bonifacio -afirmó- es una invitación para que todos acojamos en nuestra vida la palabra de Dios como punto de referencia esencial, para amar apasionadamente la Iglesia, para sentirnos responsables de su futuro, para buscar su unidad en torno al sucesor de Pedro. Al mismo tiempo, nos recuerda que el cristianismo, favoreciendo la difusión de la cultura, promueve el progreso del ser humano. Ahora nos corresponde estar a la altura de un patrimonio tan prestigioso y hacerlo fructificar en beneficio de las generaciones futuras".
El Papa concluyó señalando que si comparamos "la llama de la fe y la dedicación al Evangelio" de San Bonifacio "con nuestra fe, a menudo tibia y burocratizada, tenemos que preguntarnos cómo renovarla para otorgar el don precioso del Evangelio a nuestro tiempo".
VIS
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