Reina de Escocia, nació por el 1045 en Hungría, de estirpe regia, tanto por parte del padre como de la madre. Descendiente también de santos. Ella une las sangres reales de Hungría, Inglaterra y Escocia.
Era de naturaleza bondadosa, inteligente, caritativa y piadosa. Una nota resaltaba, sobre todo: su gran caridad para con los necesitados. Era muy observadora y trataba de seguir el consejo de San Pablo "examinar todas las cosas y quedarse con lo bueno". A su alrededor ciertamente que hubo mucho de bueno, pero tampoco le faltaron pruebas y dificultades. La divina Providencia dirigió siempre sus pasos.
Fue hija del príncipe Eduardo de Ultramar y de Agueda que era nieta, esposa y madre de reyes. Sus padres, muy buenos cristianos, la educaron según correspondía a su estirpe regia y en los principios de la doctrina de Jesucristo. Siendo muy niña todavía -quizá por el 1055- pasó a Inglaterra, en cuya corte continuó recibiendo la misma esmerada educación, ya que aquellos reyes eran igualmente ejemplares y cristianos. Era rey de Inglaterra su santo tío Eduardo, llamado "el Confesor", que murió el 1066. Poco antes murió su mismo padre el príncipe Eduardo de Ultramar.
La pobre Margarita debe sufrir enormemente ante estas pérdidas de seres tan queridos. La Providencia va madurando su espíritu para cuando lleguen pruebas más fuertes todavía.
Apenas es coronado como rey de Inglaterra su hermano Edgardo, sobrevino sobre Inglaterra la invasión del normando Guillermo el Conquistador que destronó al joven rey. La familia real, sufre toda clase de vejaciones. La madre, Agueda, toma a sus tres hijos: Edgardo, Margarita y Cristina, y huye en una embarcación hacia el Continente. No sabemos si fueron empujados por una tormenta.
Lo cierto es que dieron con las costas de Escocia y pidieron ayuda al monarca Malcom III, rey de Escocia. Todo fue guiado por la divina Providencia, ya que ésta fue la ocasión de que el rey quedase prendado de la bondad y belleza de la princesa Margarita y la pidió por esposa y reina. El breviario Romano decía "que el rey Malcom III quedó prendado por las egregias dotes de Margarita". Margarita por su parte no puso resistencia ya que veía que el rey era un buen cristiano y gozaba de muy buena fama.
Margarita, una vez constituida reina de Escocia, se entregó de lleno al gobierno del palacio, y a la educación de sus seis hijos que le concedió el Señor. Amó tiernamente a su esposo y fue siempre su brazo derecho. El rey sabía muy bien manejar el acero de las espadas y los jinetes, pero apenas sabía nada de letras ni tenía cultura alguna. Por ello acudía a la reina para que fuera ella quien dirigiera los destinos intrincados de la nación. El rey la amó tiernamente, y, como buen cristiano, le fue siempre fiel y cumplidor de cuanto mandaba la ley de Jesucristo.
El palacio de Dunfermline parecía más bien un monasterio que un palacio o, mejor, un hospital a causa de enfermos e inválidos, ya que todos tenían allí cabida. Margarita supo educar tan bien a sus hijos que la mayor parte eligieron el camino de la perfección evangélica. Cosa que hizo también su misma madre y su hermana Cristina. Margarita presidió Concilios y asambleas cristianas. Fundó Iglesias y dotó de pingües dotes muchas fundaciones caritativas. Por todas partes extendía el bien sin distinción de personas...
La dura prueba que le faltaba iba a llegar. Su esposo y su hijo Eduardo, el primogénito, fueron asesinados vilmente por un enemigo inglés.
Margarita lloró la desgracia pero besó la mano de Dios que así la probaba. Llena de méritos moría el 16 de noviembre de 1093.
Evangelio del día
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