El nacimiento de María Santísima trae al mundo el anuncio jubiloso de una buena nueva: la madre del Salvador ya está entre nosotros. Es el amanecer que anuncia nuestra salvación, el inicio histórico de la obra de la Redención.
Y “¿cómo celebraremos el nacimiento de María?"
Esta pregunta, hecha por San Pedro Damián en su “Segundo Sermón sobre la Natividad de Nuestra Señora”, todavía surge cuando se trata de conmemorar esa solemnidad. El acontecimiento es demasiado grandioso. Y de esta forma, el santo justificó su perplejidad:
"Las tinieblas del paganismo y la falta de fe de los judíos, representadas por el templo de Salomón, sucede al día luminoso en el templo de María”. Es justo, por lo tanto, cantar en este día y a Aquella que en él nació. Pero, ¿cómo podríamos celebrarlo dignamente? Podemos narrar las hazañas heroicas de un mártir o las virtudes de un santo porque son humanas. Pero, ¿cómo podrían las palabras mortales, pasajeras y transitorias, exaltar a Aquella que dio a luz la Palabra que permanece? ¿Cómo decir que el Creador nace de una criatura?"
Una fiesta de Alegría
Está enteramente de acuerdo con el espíritu de la Iglesia festejar con alegría la Fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María. Su conmemoración es realizada el día 8 de Septiembre. “La celebración de hoy es para nosotros el comienzo de todas las fiestas”, afirma el Calendario Litúrgico Bizantino. El nacimiento de María Santísima trae al mundo el anuncio jubiloso de una buena nueva: la madre del Salvador ya está entre nosotros. Es el amanecer que anuncia nuestra salvación, el inicio histórico de la obra de la Redención.
«El Nacimiento de la nueva Eva»
Alégrate, Adán, nuestro padre y sobre todo tú, Eva, nuestra Madre. Al mismo tiempo fueron nuestros padres y nuestros asesinos; vosotros que nos destinásteis a la muerte antes mismo de habernos dado a luz, consoláos ahora. Una de vuestras hijas – y ¡qué hija! – os consolará... Ven entonces, Eva, corre al lado de María. Que la madre recurra a su hija; la hija responderá por la madre y borrará su falta...Porque la raza humana será ahora elevada por una mujer.
¿Qué es lo que decían, Adán? 'La mujer que me diste me dio del fruto del árbol y comí'. (Gn 3,12). Palabras de malicia son éstas que acrecientan tu culpa en vez de borrarla. Sin embargo, la divina sabiduría ha vencido a la malicia, pues aunque malograste la ocasión que Dios quería darte para el perdón de tu pecado cuando te preguntaba y hacía cargo de él, ha hallado en el tesoro de su indeficiente piedad arbitrios para borrar tu culpa. Te da otra mujer por esa mujer, una prudente en lugar de una insensata, una mujer humilde por esa orgullosa.
En vez del árbol de la muerte, te dará el gusto de la vida; en vez de aquel venenoso bocado de amargura, te traerá la dulzura del fruto eterno. Por tanto, Adán, muda las palabras de la injusta acusación en alabanzas y acción de gracias a Dios, y dile: Señor, la mujer que me has dado me dio el fruto del árbol de la vida, y comí de él; y ha sido más dulce que la miel para mi boca, porque en él me has dado la vida". Es por esto que el ángel fue enviado a una virgen. ¡Oh Virgen admirable, digna de todas las honras! Oh mujer que tenemos que venerar infinitamente entre todas las mujeres, tú reparas la falta de nuestros primeros padres, tú das la vida a toda su descendencia.
(San Bernardo (1091-1153): Alabanzas a la Virgen Maria -homilía 2)
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Heraldos del Evangelio
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