Era hija de Sigfrido de Luxemburgo y de su santa esposa, Eduviges, quienes la educaron piadosamente. Cunegunda se casó con el duque Enrique de Baviera. Este le regaló un crucifijo oriental, idéntico, según parece, al que se halla actualmente en Munich.
Algunos autores posteriores afirman que ambos esposos hicieron voto de virginidad el día de su matrimonio, y el Martirologio Romano repite esa tradición, pero los historiadores actuales niegan que haya pruebas suficientes en su favor.
A la muerte del emperador Otón III, Enrique fue elegido rey de los romanos, San Wiligio le coronó en Mainz y Santa Cunegunda fue coronada dos meses después, en Paderborn. En 1013, fueron juntos a Roma para recibir la corona imperial de manos del Papa Benedicto VIII.
Cediendo, en parte, a los grupos de Santa Cunegunda, el emperador fundó el monasterio y la catedral de Bamberga, que fue personalmente consagrada por el Papa Bendicto VIII.
Durante una peligrosa enfermedad, la emperatriz prometió fundar un convento en Kafungen de Hesse, cerca de Cassel. Así lo hizo en cuanto recobró la salud y cuando murió su esposo, estaba ya a punto de terminar otro convento para las religiosas de San Benito.
Según parece, la emperatriz tenía una sobrina joven, llamada Judith, a la que profesaba mucho cariño y a la que había educado con gran solicitud. Santa Cunegunda nombró a Judith superiora del nuevo convento, no sin haberle dado antes muchos buenos consejos.
En el año 1024, el día del aniversario de la muerte de su esposo, Santa Cunegunda invitó a numerosos prelados a la dedicación de la iglesia que había construido en Kafungen. Después del canto del Evangelio, la santa depositó sobre el altar una reliquia de la cruz de Jerusalén, cambio sus vestiduras imperiales por el hábito religioso, y recibió el velo de manos del obispo de la ciudad.
Una vez en religión, pareció olvidar que había sido emperatriz, y se consideraba como la última de las monjas, convencida de que eso era a los ojos de Dios. Nada temía tanto como aquello que pudiera recordarle su antigua dignidad. Oraba y leía mucho y se dedicaba especialmente a visitar y consolar a los enfermos.
Así pasó los últimos años de su vida. Murió el 3 de Marzo de 1033. Su cuerpo fue sepultado en Bamberga junto al de su esposo.
Algunos autores posteriores afirman que ambos esposos hicieron voto de virginidad el día de su matrimonio, y el Martirologio Romano repite esa tradición, pero los historiadores actuales niegan que haya pruebas suficientes en su favor.
A la muerte del emperador Otón III, Enrique fue elegido rey de los romanos, San Wiligio le coronó en Mainz y Santa Cunegunda fue coronada dos meses después, en Paderborn. En 1013, fueron juntos a Roma para recibir la corona imperial de manos del Papa Benedicto VIII.
Cediendo, en parte, a los grupos de Santa Cunegunda, el emperador fundó el monasterio y la catedral de Bamberga, que fue personalmente consagrada por el Papa Bendicto VIII.
Durante una peligrosa enfermedad, la emperatriz prometió fundar un convento en Kafungen de Hesse, cerca de Cassel. Así lo hizo en cuanto recobró la salud y cuando murió su esposo, estaba ya a punto de terminar otro convento para las religiosas de San Benito.
Según parece, la emperatriz tenía una sobrina joven, llamada Judith, a la que profesaba mucho cariño y a la que había educado con gran solicitud. Santa Cunegunda nombró a Judith superiora del nuevo convento, no sin haberle dado antes muchos buenos consejos.
En el año 1024, el día del aniversario de la muerte de su esposo, Santa Cunegunda invitó a numerosos prelados a la dedicación de la iglesia que había construido en Kafungen. Después del canto del Evangelio, la santa depositó sobre el altar una reliquia de la cruz de Jerusalén, cambio sus vestiduras imperiales por el hábito religioso, y recibió el velo de manos del obispo de la ciudad.
Una vez en religión, pareció olvidar que había sido emperatriz, y se consideraba como la última de las monjas, convencida de que eso era a los ojos de Dios. Nada temía tanto como aquello que pudiera recordarle su antigua dignidad. Oraba y leía mucho y se dedicaba especialmente a visitar y consolar a los enfermos.
Así pasó los últimos años de su vida. Murió el 3 de Marzo de 1033. Su cuerpo fue sepultado en Bamberga junto al de su esposo.
Evangelio del día
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