Chillan, 2 jul 08.- Una emotiva recepción tuvieron en Chillán los restos de Monseñor Eladio Vicuña Aránguiz. El féretro con su cuerpo fue recibido por las autoridades eclesiales y civiles de la provincia de Ñuble, pasadas las 17:00 horas de ayer en el frontis de la Parroquia Santo Domingo, desde donde fue transportado en procesión hacia la Iglesia Catedral.
Comenzaba así a cumplirse el último deseo de este pastor, manifestado en vida desde hace muchos años, que es reposar en el Mausoleo la Catedral de la primera diócesis donde le correspondió cumplir su ministerio episcopal entre los años 1955 y 1974.
Comenzaba así a cumplirse el último deseo de este pastor, manifestado en vida desde hace muchos años, que es reposar en el Mausoleo la Catedral de la primera diócesis donde le correspondió cumplir su ministerio episcopal entre los años 1955 y 1974.
La procesión fue encabezada la Banda del Ejército, que marcaba el paso al ritmo de la marcha fúnebre. Le seguían el clero diocesano; la cureña con el féretro de Monseñor Vicuña, llevada por voluntarios del Cuerpo de Bomberos y conscriptos del Regimiento de Infantería N° 9 “Chillán”; seguida por el Obispo Diocesano, monseñor Carlos Pellegrin Barrera; autoridades de la zona; la familia de don Eladio; y una gran cantidad de fieles.
En la Catedral más gente lo esperaba en silencio. Al traspasar el pórtico del principal templo católico de la Diócesis de Chillán, la urna fue depositada en el suelo para ser bendecida con el rito del agua y el incienso, de manos de Monseñor Pellegrin. Luego, un grupo de sacerdotes diocesanos transportaron el féretro hasta los pies del altar, para dar inicio a una liturgia de la palabra, donde se destacaron los hitos más importantes de la vida episcopal del tercer Obispo de Chillán.
En su homilía, monseñor Pellegrin señaló que la partida de don Eladio y sus enseñanzas son la herencia de un maestro, que siempre fue fiel al Magisterio de la Iglesia, y se preocupó de enseñarla incansablemente a través de sus homilías, y también a través de todo material catequístico que pudiera ser entendido por todos. Ejemplo de esto es el libro OREMUS, editado en 1939 y, desde entonces, todavía usado en tantas comunidades de nuestra patria.
“Don Eladio nos deja, pero nos regala como herencia su amor a Dios y servicio a los hermanos, su entrega generosa y alegre a la Iglesia, a los niños y jóvenes, a los campesinos, a los trabajadores, a los empresarios, a los conductores de la sociedad y a todos aquellos que compartieron algo de sus vidas con él”, señaló el Obispo de Chillán.
Tras la liturgia, monseñor Eladio Vicuña fue acompañado por un grupo de feligreses que respetuosamente se acercaban al féretro para tener su último encuentro personal con el pastor y los más jóvenes para conocer a éste hombre que hizo historia con su testimonio de vida cristiana y el legado de sus obras. Posteriormente, se dio paso al rezo del Rosario, dirigido por integrantes de la Legión de María.
Tras la liturgia, monseñor Eladio Vicuña fue acompañado por un grupo de feligreses que respetuosamente se acercaban al féretro para tener su último encuentro personal con el pastor y los más jóvenes para conocer a éste hombre que hizo historia con su testimonio de vida cristiana y el legado de sus obras. Posteriormente, se dio paso al rezo del Rosario, dirigido por integrantes de la Legión de María.
Pasadas las 20 horas, se realizó una misa concelebrada por el clero diocesano, donde se destacó la presencia de gran parte de los sacerdotes mayores que acompañaron a don Eladio en su período episcopal en Chillán. La homilía estuvo a cargo del padre Raúl Manríquez Ibáñez, quien fuera su último vicario general, cuyas palabras fueron de un profundo agradecimiento al Señor por las huellas que marcaron el paso de Monseñor Vicuña por esta tierra ñublensina.
Al respecto, señaló que don Eladio fue un pastor que asumió el momento histórico que vivía la Iglesia a mediados del siglo pasado y que se reflejaba en la gran renovación que marcó el espíritu del Concilio Vaticano II, donde la Iglesia fue llamada a ser sencilla, servidora, humilde y pobre. “Porque seguía los pasos que Jesucristo el Buen Pastor le señalaba, él podía también marcar pasos para los suyos. Los sacerdotes mayores no podemos olvidar el interés, la ayuda y el mandato de don Eladio para que nuestro clero participara en Santiago de un curso de actualización después del Concilio, vital para que muchos pudiéramos entender y asumir lo que estos cambios significaban para una mejor atención de nuestra comunidad diocesana”.
También debió vivir momentos difíciles, pues a ninguna persona que quiere seguir verdaderamente al Señor le van a faltar momentos de prueba, señaló Manríquez. “Yo creo que don Eladio debió sufrir en carne propia algunas consecuencias de los cambios provocados por el Concilio Vaticano II. Recuerdo que el llegó a tomar posesión a la Diócesis de Chillán haciendo una entrada triunfal a la ciudad un tren con un coche presidencial, siendo trasladado luego de la Estación a la Catedral en un coche descubierto y luciendo los ornamentos de los obispos de ese tiempo con toda pomposidad. Y en el año 1974, lo vimos salir de aquí con un sencillo terno negro, después que fue preconizado como arzobispo de Puerto Montt. Debió ser una prueba para él que aceptó con alegría y generosidad, porque venía de la Iglesia de su Señor”.
Fuente: Iglesia.cl
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