
“La inmigración –ha señalado el Santo Padre- es un fenómeno presente desde los albores de la historia de la humanidad, que desde siempre, por tanto, ha caracterizado las relaciones entre los pueblos y naciones. La emergencia en la que se ha transformado en nuestros días, nos interpela y, mientras reclama nuestra solidaridad, impone al mismo tiempo respuestas políticas eficaces”.
Precisamente, esta emergencia es el tema de la intención general que presenta Benedicto XVI al Apostolado de la Oración en el mes de septiembre, bajo el título: “Para que quienes, a causa de las guerras o de los regímenes totalitarios, se ven obligados a abandonar su propia casa y su propia patria sean apoyados por los cristianos en la defensa y tutela de sus derechos”.
El aumento de desembarcos de inmigrantes ilegales en las costas europeas durante los meses de verano, ha hecho reflexionar al Papa, fiel a su preocupación por cuanto acaece en el mundo, sobre qué es lo que se está haciendo al respecto, para ayudar a estas personas.
“Sé –ha corroborado el Pontífice- que muchas instituciones regionales, nacionales e internacionales, se están ocupando de la cuestión de la inmigración irregular”, a ellas el Santo Padre ha enviado su apoyo y ha aplaudido sus acciones, animando a continuar con sus acciones con sentido de responsabilidad y espíritu humanitario. “Sentido de responsabilidad es el que también tienen que mostrar los países de origen -ha matizado el Papa-, no sólo porque se trata de sus conciudadanos, sino también para eliminar las causas de la inmigración irregular, así como para eliminar, desde la raíz, todas las formas de criminalidad a ella unidas”.
Benedicto XVI se ha dirigido también a los países europeos, meta de esta llegada masiva de inmigrantes, a ellos les ha llamado a desarrollar “de común acuerdo”, iniciativas y estructuras “cada vez más adecuadas a las necesidades de los inmigrantes irregulares”. A estos últimos el Pontífice ha instado a “sensibilizar sobre el valor de la propia vida, que representa un bien único, siempre precioso, que tutelar frente a los graves riesgos a los que se exponen en la búsqueda de una mejora de sus condiciones y sobre el deber de legalidad que se impone a todos”.
Como Padre común, Benedicto XVI se ha sentido en el deber de llamar la atención de todos, sobre el problema, y pedir “la generosa colaboración individual y de las instituciones para afrontarlo y encontrar el camino hacia una solución”.
Y durante las palabras antes del rezo mariano del Ángelus, el Santo Padre ha recordando la misión de los cristianos en la obra de la salvación, donde “Cristo no cesa de proponer su fuerza misteriosa -desarmada y que desarma- del amor para responder a los horrores de las guerras, la violencia, la miseria y la injusticia: al mal, que perdura también en nuestros días”.
Evocando la Cruz de Cristo, que sabe que la “última palabra será la resurrección”, y la fe aún inmadura de Pedro, “ligada a la mentalidad de este mundo”, el Papa ha hecho hincapié en que “si para salvarnos, el Hijo de Dios ha tenido que sufrir y morir crucificado, no es ciertamente por un diseño cruel del Padre celestial. La causa es la gravedad de la enfermedad de la que nos tenía que curar: un mal tan serio y mortal que requería toda su sangre”.
“En efecto –ha dicho el Pontífice- con su muerte y resurrección, Jesús derrotó el pecado y la muerte, restableciendo la señoría de Dios. Pero la lucha no ha terminado. El mal existe y resiste en toda generación. También, como sabemos, en nuestros días. ¿Qué son los horrores de la guerra, las violencias contra los inocentes, la miseria y la injusticia que infieren sobre los débiles, sino la oposición del mal al reino de Dios?”.
Una vez más, Benedicto XVI ha recordado la fuerza invencible del amor y la misión de los cristianos de abrazar la cruz de Cristo: “Y ¿cómo responder a tanta maldad sino con la fuerza desarmada y que desarma del amor que vence el odio, de la vida que no teme la muerte? Es la misma misteriosa fuerza que usó Jesús, a costa de no ser comprendido y de que lo abandonaran muchos de los suyos. Queridos hermanos y hermanas, para cumplir la obra de la salvación, el Redentor sigue asociando a sí y a su misión a hombres y mujeres dispuestos a tomar la cruz y a seguirlo. Como para Cristo, también para los cristianos llevar la cruz no es algo facultativo. Sino que es una misión que se debe abrazar por amor”.
Misión a la que Cristo nos invita constantemente, ha señalado el Papa, exhortando a invocar la ayuda de la Madre de Dios: “En nuestro mundo actual, donde parecen dominar las fuerzas que dividen y destruyen, Cristo no cesa de proponer a todos su invitación clara: el que quiere ser mi discípulo, reniegue de su propio egoísmo y lleve conmigo la cruz. Invoquemos la ayuda de la Virgen Santa, que fue la primera en seguir a Jesús hasta el final del camino de la cruz. Que Ella nos ayude a seguir con decisión al Señor, para experimentar desde ahora, aun en la prueba, la gloria de la resurrección”.
Y tras el rezo mariano del Ángelus y el responso por los fieles difuntos, Benedicto XVI ha saludado como es tradicional en varias lenguas. En español, se ha dirigido especialmente al pueblo cubano que ayer inauguró el trienio de las celebraciones del 400 aniversario del hallazgo de la Virgen de la Caridad del Cobre:
Fuente: Radio Vaticano
No hay comentarios:
Publicar un comentario