Ciudad del Vaticano, 15 sep 08.- La cuarta y última etapa del Camino de Jubileo realizada por el Santo Padre Benedicto XVI durante su Viaje Apostólico a Lourdes, ha llevado al Papa a la capilla del actual hospital, originariamente el oratorio, para después trasladarse a la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lourdes donde ha presidido la Santa Misa con los enfermos. Durante su homilía Benedicto XVI ha recordado la memoria litúrgica de hoy dedicada a Nuestra Señora de los Dolores, que nos lleva a contemplar a María que comparte la compasión de su Hijo por los pecadores.
Hablando del amor de María hacia los hombres, el Papa ha querido detenerse en particular en la sonrisa de la Virgen, que Bernardette pudo contemplar de forma particular. Benedicto XVI ha invitado a apreciar esa sonrisa, aún a sabiendas de que el sufrimiento rompe los equilibrios, socava los cimientos de la confianza, llegando incluso a desesperar del sentido y el valor de la vida.
“Es un combate que el hombre no puede afrontar por sí solo, sin la ayuda de la gracia divina. Cuando la palabra no sabe ya encontrar vocablos adecuados, es necesaria una presencia amorosa; buscamos entonces no sólo la cercanía de los parientes o de aquellos a quienes nos unen lazos de amistad, sino también la proximidad de los más íntimos por el vínculo de la fe”.
En este sentido el Papa se ha preguntado quién más íntimo que Cristo y su Santísima Madre, la Inmaculada para escucharnos. “Ellos son más que nadie, –ha proseguido Benedicto XVI- capaces de entendernos y apreciar la dureza de la lucha contra el mal y el sufrimiento”.
“Quisiera decir humildemente a los que sufren y a los que luchan, y están tentados de dar la espalda a la vida: ¡Volveos a María! En la sonrisa de la Virgen está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida”.
El Santo Padre ha proseguido su homilía comparando la sonrisa de la Virgen con una fuente de agua viva, manantial del que en Lourdes ha dejado su rastro. Esa “fuente de amor” de la que los enfermos beben, ha señalando el Papa, es el camino hacia la salvación.
Benedicto XVI se ha unido a todos los enfermos presentes en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lourdes, reconociendo que a veces el dolor es difícil de sufrir, pero confiando en Cristo ese sufrimiento se vuelve menos pesado. “Cristo no es médico al estilo del mundo. Para curarnos –ha instado el Pontífice- Él no permanece fuera del sufrimiento padecido; lo alivia viniendo a habitar en quien está afectado por la enfermedad, para llevarla consigo y vivirla junto con el enfermo. La presencia de Cristo consigue romper el aislamiento que causa el dolor. El hombre ya no está solo con su desdicha, sino conformado a Cristo que se ofrece al Padre, como miembro sufriente de Cristo y participando, en Él, al nacimiento de la nueva creación”.
“Sin la ayuda del Señor, el yugo de la enfermedad y el sufrimiento es cruelmente pesado. Al recibir la Unción de los Enfermos, no queremos otro yugo que el de Cristo, fortalecidos con la promesa que nos hizo de que su yugo será suave y su carga ligera (cf. Mt 11,30). Invito a los que recibirán la Unción de los Enfermos durante esta Misa a entrar en una esperanza como ésta”.
En este sentido el Papa ha tenido palabras de aprecio por el trabajo de médicos, enfermeros y cuantos trabajan en estructuras hospitalarias al servicio de los que sufren. “El servicio de caridad que hacéis es un servicio mariano –ha exclamado el Santo Padre- María os confía su sonrisa para que os convirtáis vosotros mismos, fieles a su Hijo, en fuente de agua viva. Lo que hacéis, lo hacéis en nombre de la Iglesia, de la que María es la imagen más pura. ¡Que llevéis a todos su sonrisa!”.
Al concluir Benedicto XVI se ha unido a las oraciones de los peregrinos y de los enfermos, proponiéndoles un fragmento de la oración a María de este Jubileo: “Porque eres la sonrisa de Dios, el reflejo de la luz de Cristo, la morada del Espíritu Santo, porque escogiste a Bernadette en su miseria, porque eres la estrella de la mañana, la puerta del cielo y la primera criatura resucitada, Nuestra Señora de Lourdes, junto con nuestros hermanos y hermanas cuyo cuerpo y corazón están doloridos, te decimos: ruega por nosotros”.
Hablando del amor de María hacia los hombres, el Papa ha querido detenerse en particular en la sonrisa de la Virgen, que Bernardette pudo contemplar de forma particular. Benedicto XVI ha invitado a apreciar esa sonrisa, aún a sabiendas de que el sufrimiento rompe los equilibrios, socava los cimientos de la confianza, llegando incluso a desesperar del sentido y el valor de la vida.
“Es un combate que el hombre no puede afrontar por sí solo, sin la ayuda de la gracia divina. Cuando la palabra no sabe ya encontrar vocablos adecuados, es necesaria una presencia amorosa; buscamos entonces no sólo la cercanía de los parientes o de aquellos a quienes nos unen lazos de amistad, sino también la proximidad de los más íntimos por el vínculo de la fe”.
En este sentido el Papa se ha preguntado quién más íntimo que Cristo y su Santísima Madre, la Inmaculada para escucharnos. “Ellos son más que nadie, –ha proseguido Benedicto XVI- capaces de entendernos y apreciar la dureza de la lucha contra el mal y el sufrimiento”.
“Quisiera decir humildemente a los que sufren y a los que luchan, y están tentados de dar la espalda a la vida: ¡Volveos a María! En la sonrisa de la Virgen está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida”.
El Santo Padre ha proseguido su homilía comparando la sonrisa de la Virgen con una fuente de agua viva, manantial del que en Lourdes ha dejado su rastro. Esa “fuente de amor” de la que los enfermos beben, ha señalando el Papa, es el camino hacia la salvación.
Benedicto XVI se ha unido a todos los enfermos presentes en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lourdes, reconociendo que a veces el dolor es difícil de sufrir, pero confiando en Cristo ese sufrimiento se vuelve menos pesado. “Cristo no es médico al estilo del mundo. Para curarnos –ha instado el Pontífice- Él no permanece fuera del sufrimiento padecido; lo alivia viniendo a habitar en quien está afectado por la enfermedad, para llevarla consigo y vivirla junto con el enfermo. La presencia de Cristo consigue romper el aislamiento que causa el dolor. El hombre ya no está solo con su desdicha, sino conformado a Cristo que se ofrece al Padre, como miembro sufriente de Cristo y participando, en Él, al nacimiento de la nueva creación”.
“Sin la ayuda del Señor, el yugo de la enfermedad y el sufrimiento es cruelmente pesado. Al recibir la Unción de los Enfermos, no queremos otro yugo que el de Cristo, fortalecidos con la promesa que nos hizo de que su yugo será suave y su carga ligera (cf. Mt 11,30). Invito a los que recibirán la Unción de los Enfermos durante esta Misa a entrar en una esperanza como ésta”.
En este sentido el Papa ha tenido palabras de aprecio por el trabajo de médicos, enfermeros y cuantos trabajan en estructuras hospitalarias al servicio de los que sufren. “El servicio de caridad que hacéis es un servicio mariano –ha exclamado el Santo Padre- María os confía su sonrisa para que os convirtáis vosotros mismos, fieles a su Hijo, en fuente de agua viva. Lo que hacéis, lo hacéis en nombre de la Iglesia, de la que María es la imagen más pura. ¡Que llevéis a todos su sonrisa!”.
Al concluir Benedicto XVI se ha unido a las oraciones de los peregrinos y de los enfermos, proponiéndoles un fragmento de la oración a María de este Jubileo: “Porque eres la sonrisa de Dios, el reflejo de la luz de Cristo, la morada del Espíritu Santo, porque escogiste a Bernadette en su miseria, porque eres la estrella de la mañana, la puerta del cielo y la primera criatura resucitada, Nuestra Señora de Lourdes, junto con nuestros hermanos y hermanas cuyo cuerpo y corazón están doloridos, te decimos: ruega por nosotros”.
Fuente: Radio Vaticano
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