(1769-1837) Nació en Sena de Toscana. Vivió en humilde sencillez, atendiendo a un hogar pobre y con siete hijos, viéndose obligada en varias ocasiones a sostener la casa con sus labores de costura, cuando su esposo perdió su trabajo. Fue una mujer de luces extraordinarias y rodeada de maravillosos carismas y dones extraordinarios.
El Cardenal Pedicini refiere a su declaración jurada acerca de los portentos que él presenció en esa mujer extraordinaria, y que pueden ser consultados en el proceso de su beatificación. Veía los pensamientos más secretos de las personas presentes o ausentes; los acontecimientos de los siglos pasados, y la vida que llevaban los más importantes personajes.
Podría decirse que este don era omnisciente, era el conocimiento de todas las cosa en Dios, en la medida que la inteligencia humana es capaz de conocerlo en esta vida. Y agrega el Cardenal: «Me siento impotente para descubrir las maravillas de quien fui confidente durante 30 años». El decreto de beatificación la señala como: «Prodigio único en los fastos de la Santidad».
Evangelio del día
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