Ya en el siglo XX, cuando la Primera Guerra Mundial estaba en pleno auge, la Santísima Virgen vino en persona para recordar a los hombres que la solución a sus males estaba al alcance de sus manos, en las cuentas del Rosario: “Recen el Rosario todos los días para alcanzar la paz y el fin de la guerra” , les repitió maternalmente a los tres pastorcitos en Fátima. En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo quién era: “Soy la Señora del Rosario” . Y para corroborar la autenticidad de las apariciones y la importancia del Rosario, obró un milagro de grandeza nunca vista, presenciado por la multitud de 70.000 personas que estaban en el lugar: al mediodía, el sol giró en el cielo pareciendo precipitarse sobre la tierra, retomando después su posición habitual en el firmamento.
Milagros de tamaña magnitud los encontramos sólo en el Antiguo Testamento. Pero ni siquiera así el mundo prestó oídos a la Madre de Dios. Y nunca se abatieron sobre la Tierra tantas desgracias, nunca hubo tantas guerras, nunca la descomposición moral llegó tan bajo.
No obstante, el medio de obtener la paz para el mundo, para las familias, para los corazones, sigue al alcance de nuestras manos en las cuentas benditas del Rosario, que María Santísima llevaba pendiente de su brazo cuando se apareció en Fátima. <<Continuar>>
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