La Sagrada Familia |
El 26 de diciembre, primer día después del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia rinde homenaje a la Sagrada Familia.
Una familia que, realmente, no podría dejar de ser llamada Sagrada: Jesús es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, María es la Virgen Madre de Dios que trajo en su seno a Nuestro Señor Jesucristo y San José, esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesús.
No estaría fuera de lugar que, por motivo de estas celebraciones recomendadas por la Iglesia, pensáramos un poco en este modelo de familia. Por ejemplo, podríamos pensar un poco con la siguiente pregunta: ¿Cómo sería la santidad, la nobleza y la jerarquía en la Sagrada Familia?
En esta familia tenemos la presencia del Hijo de Dios hecho Hombre. En el Evangelio de San Lucas (Lc. 2,52) está dicho que el Niño Jesús “crecía en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres".
Son palabras inspiradas por el Espíritu Santo y, por tanto, verdaderas. Ellas nos enseñan que en el Hombre Dios todavía había cosas por crecer. Cualquiera que fuese la naturaleza de ese crecimiento, eran un crecimiento de perfección perfectísima para algo que era una perfección aún más perfectísima.
Por otro lado, en esta Familia tenemos también a Nuestra Señora.
Si consideramos todo lo que Ella es, veremos un tal cúmulo de perfecciones creadas, que un Papa llegó a declarar: de Ella se puede decir todo en términos de elogios, desde que no se le atribuya la divinidad. María fue concebida sin pecado original y confirmada en gracia a partir del primer instante de su ser. Ella no podía pecar, no podía caer en la más leve falta, porque estaba confirmada por Dios en contra de esto.
Al no tener defectos – esto es un aspecto importante de esta consideración – Nuestra Señora también crecía constantemente en virtud.
Al lado del Niño Jesús y de Nuestra Señora estaba San José conviviendo con ellos. Es difícil elogiar a cualquier hombre, cualquier grandeza terrenal, después de considerar la grandeza de San José. El hombre casto, virginal por excelencia, descendiente de David.
San Pedro Julián Eymard (cfr. "Extrait des écrits du P. Eymard", Desclée de Brouwer, Paris, 7ª ed., pp. 59-62) nos enseña que San José era el jefe de la Casa de David. Él era el pretendiente legítimo al trono de Israel. Él tenía derecho sobre el mismo trono que fue ocupado y derrumbado por falsos reyes mientras Israel era dividido y, al final dominado por los romanos.
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