Bautismo |
El sacramento del bautismo produce en el que lo recibe una serie de divinas maravillas. He aquí las principales:
1) Le infunde la gracia santificante con el matiz especial de gracia regenerativa, que es la propia del bautismo, capacitándole para la recepción de todos los demás sacramentos.
2) Convierte al bautizado en templo vivo de la Santísima Trinidad por la divina inhabitación en toda alma en gracia.
3) Le infunde el germen de todas las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo.
4) Le hace miembro vivo de Jesucristo, como sarmiento de la divina Vida (Jn 15,1-5).
5) Le imprime el carácter bautismal, que nos incorpora como miembros vivos al Cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia y nos da una participación real y verdadera (aunque incompleta) en el sacerdocio de Cristo. Esta participación sacerdotal se perfecciona con el carácter del sacramento de la confirmación y adquiere su plenitud con el carácter del sacramento del orden.
6) Borra totalmente del alma el pecado original y todos los pecados actuales que haya cometido el bautizado. No se nos cubren los pecados, sino que se borran o desaparecen totalmente. Lo definió expresamente el Concilio de Trento (D §792).
7) Remite toda la pena debida por los pecados, tanto la temporal como la eterna. De suerte que, si un pecador recibe el bautismo en el momento de su muerte, entra inmediatamente en el Cielo sin pasar por el Purgatorio. Lo enseñó expresamente el Concilio de Florencia (D §696) y lo definió el de Trento (D §792).
(ROYO MARÍN, OP, P. Antonio. Somos hijos de Dios. Madrid: BAC, 1977, p. 69-70).
Vea tambíen: El Bautismo de Cristo y el bautismo de Juan
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