Ciudad del Vaticano, 20 jul 08.-El Papa se trasladó en helicóptero desde el helipuerto de Victoria Barracks hasta el Centennial Park, un parque público de 1888. Desde allí, se dirigió en papamóvil hasta el Hipódromo de Randwick, que recorrió mientras saludaba y bendecía a los 350.000 jóvenes de todo el mundo que iban a participar en la Santa Misa de clausura de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud. Durante la celebración eucarística, el Santo Padre administró el sacramento de la Confirmación a 24 jóvenes.
Refiriéndose al tema de la JMJ: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos”, el Papa afirmó en la homilía que “como fuente de nuestra vida nueva en Dios, el Espíritu Santo también es, de un modo muy real, el alma de la Iglesia, al amor de nos une al Señor y entre nosotros y la luz que abre nuestros ojos para ver las maravillas de la gracia de Dios en todos nosotros”.
Tras poner de relieve que “la fuerza del Espíritu nunca deja de llenar la vida de la Iglesia”, Benedicto XVI señaló que “sin embargo, esta fuerza, la gracia del Espíritu, no es algo que podamos merecer o conquistar; solo podemos recibirla como puro don”.
“Tenemos que permitir -continuó- que el amor de Dios penetre en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestra aridez espiritual, de nuestro conformismo ciego con el espíritu de nuestro tiempo. Solo entonces podemos permitirle que encienda nuestra imaginación y plasme nuestros deseos más profundos. Por eso, la oración es tan importante: la oración cotidiana privada en la tranquilidad de nuestros corazones y ante el Santísimo Sacramento y la oración litúrgica en el corazón de la Iglesia”.
El Papa dio las gracias a Dios por el don de la fe, “que ha llegado hasta nosotros, en este tiempo y en este lugar”, y de modo especial, “a los heroicos misioneros, sacerdotes y religiosos comprometidos, padres y abuelos cristianos, maestros y guías que han edificado la Iglesia en estas tierras”. En este contexto, recordó a la beata Mary McKillop, a san Pedro Chanel y al beato Pedro To Rot.
Dirigiéndose a cada uno de los jóvenes presentes, el Santo Padre preguntó: “¿Qué dejaréis a la próxima generación? ¿Estáis construyendo vuestras vidas sobre bases sólidas? ¿Estáis viviendo vuestras vidas, dejando espacio al Espíritu en un mundo que quiere olvidar a Dios, o incluso rechazarlo en nombre de un falso concepto de libertad? ¿Cómo estáis usando los dones que se os han dado, la “fuerza” que el Espíritu Santo está dispuesto a difundir ahora sobre vosotros?”.
“Reforzada por el Espíritu y con una rica visión de fe, una nueva generación de cristianos está llamada a contribuir a la construcción de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada con atención, no rechazada o temida como una amenaza y por tanto, destruida. Una nueva época en la que el amor no sea ávido o egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los demás, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie alegría y belleza. Una nueva era en la que la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y del egoísmo que dañan nuestras almas y envenenan las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos -añadió-, el Señor os está pidiendo que seáis profetas de esta nueva época, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente al Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad”.
Benedicto XVI subrayó que “el mundo necesita esta renovación. En muchas sociedades, junto a la prosperidad material, se está extendiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un sentido escondido de desesperación. ¿Cuántos de nuestros coetáneos -preguntó- han construido cisternas rotas y vacías en una búsqueda desesperada de sentido, del sentido último que solo puede dar el amor?”.
“¡También la Iglesia -exclamó el Santo Padre- necesita esta renovación! Tiene necesidad de vuestra fe, de vuestro idealismo y de vuestra generosidad para poder ser siempre joven en el Espíritu”.
El Papa alentó a los chicos y chicas a abrir el corazón a la fuerza del Espíritu Santo. “Dirijo este llamamiento de modo especial -dijo- a aquellos que son llamados a la vida sacerdotal y consagrada. ¡No tengáis miedo de decir que “sí” a Jesús, de hallar vuestra alegría en hacer su voluntad, donándoos completamente para llegar a la santidad y usando vuestros talentos al servicio de los demás!”.
Refiriéndose al sacramento de la Confirmación que iba a conferir posteriormente a varios jóvenes, preguntó a los presentes qué significa recibir el “sello” del Espíritu Santo. “Significa -terminó- ser marcados indeleblemente, cambiados inalterablemente, significa ser nuevas criaturas; (...) no tener miedo de defender a Cristo, dejando que la verdad del Evangelio llene nuestro modo de ver, pensar y actuar, mientras trabajamos por el triunfo de la civilización del amor”.
Refiriéndose al tema de la JMJ: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos”, el Papa afirmó en la homilía que “como fuente de nuestra vida nueva en Dios, el Espíritu Santo también es, de un modo muy real, el alma de la Iglesia, al amor de nos une al Señor y entre nosotros y la luz que abre nuestros ojos para ver las maravillas de la gracia de Dios en todos nosotros”.
Tras poner de relieve que “la fuerza del Espíritu nunca deja de llenar la vida de la Iglesia”, Benedicto XVI señaló que “sin embargo, esta fuerza, la gracia del Espíritu, no es algo que podamos merecer o conquistar; solo podemos recibirla como puro don”.
“Tenemos que permitir -continuó- que el amor de Dios penetre en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestra aridez espiritual, de nuestro conformismo ciego con el espíritu de nuestro tiempo. Solo entonces podemos permitirle que encienda nuestra imaginación y plasme nuestros deseos más profundos. Por eso, la oración es tan importante: la oración cotidiana privada en la tranquilidad de nuestros corazones y ante el Santísimo Sacramento y la oración litúrgica en el corazón de la Iglesia”.
El Papa dio las gracias a Dios por el don de la fe, “que ha llegado hasta nosotros, en este tiempo y en este lugar”, y de modo especial, “a los heroicos misioneros, sacerdotes y religiosos comprometidos, padres y abuelos cristianos, maestros y guías que han edificado la Iglesia en estas tierras”. En este contexto, recordó a la beata Mary McKillop, a san Pedro Chanel y al beato Pedro To Rot.
Dirigiéndose a cada uno de los jóvenes presentes, el Santo Padre preguntó: “¿Qué dejaréis a la próxima generación? ¿Estáis construyendo vuestras vidas sobre bases sólidas? ¿Estáis viviendo vuestras vidas, dejando espacio al Espíritu en un mundo que quiere olvidar a Dios, o incluso rechazarlo en nombre de un falso concepto de libertad? ¿Cómo estáis usando los dones que se os han dado, la “fuerza” que el Espíritu Santo está dispuesto a difundir ahora sobre vosotros?”.
“Reforzada por el Espíritu y con una rica visión de fe, una nueva generación de cristianos está llamada a contribuir a la construcción de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada con atención, no rechazada o temida como una amenaza y por tanto, destruida. Una nueva época en la que el amor no sea ávido o egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los demás, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su bien e irradie alegría y belleza. Una nueva era en la que la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y del egoísmo que dañan nuestras almas y envenenan las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos -añadió-, el Señor os está pidiendo que seáis profetas de esta nueva época, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente al Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad”.
Benedicto XVI subrayó que “el mundo necesita esta renovación. En muchas sociedades, junto a la prosperidad material, se está extendiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un sentido escondido de desesperación. ¿Cuántos de nuestros coetáneos -preguntó- han construido cisternas rotas y vacías en una búsqueda desesperada de sentido, del sentido último que solo puede dar el amor?”.
“¡También la Iglesia -exclamó el Santo Padre- necesita esta renovación! Tiene necesidad de vuestra fe, de vuestro idealismo y de vuestra generosidad para poder ser siempre joven en el Espíritu”.
El Papa alentó a los chicos y chicas a abrir el corazón a la fuerza del Espíritu Santo. “Dirijo este llamamiento de modo especial -dijo- a aquellos que son llamados a la vida sacerdotal y consagrada. ¡No tengáis miedo de decir que “sí” a Jesús, de hallar vuestra alegría en hacer su voluntad, donándoos completamente para llegar a la santidad y usando vuestros talentos al servicio de los demás!”.
Refiriéndose al sacramento de la Confirmación que iba a conferir posteriormente a varios jóvenes, preguntó a los presentes qué significa recibir el “sello” del Espíritu Santo. “Significa -terminó- ser marcados indeleblemente, cambiados inalterablemente, significa ser nuevas criaturas; (...) no tener miedo de defender a Cristo, dejando que la verdad del Evangelio llene nuestro modo de ver, pensar y actuar, mientras trabajamos por el triunfo de la civilización del amor”.
Fuente: VIS
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