Etimológicamente significa “cojo, tullido”. Viene de la lengua latina.
Hace menos de un año tuve la ocasión – ya por segunda vez – de visitar Paray-le Monial, la sede en donde nació la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Realmente es una visita maravillosa por el encanto de la ciudad, por la iglesia románica, una imagen en miniatura de lo que fue la de Cluny. Pero el peregrino que se acerca allí, llegado de los más diversos lugares, va buscando algo más que lo simplemente artístico.
Además de visitar los lugares de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María, también hay tiempo para ver la bellísima iglesia de san Claudio.
Cuando tenía 17 años, pidió entrar en la Compañía de Jesús para sentirse feliz cumpliendo con su deber y lograr la perfección que tanto anhelaba.
Apenas lo ordenaron de sacerdote, le enviaron al colegio cercano y le dan el cargo de confesor de las monjas de la Visitación. Tenía entonces 34 años.
La superiora del convento tenía problemas con la hermana Margarita porque era demasiado tímida y porque, además, le decía que había recibido confidencias del Sagrado Corazón de Jesús.
Entonces se la confió a Claudio. Ambos se entendieron a la perfección y en seguida.
Al contacto con esta joven, el padre jesuita sintió igualmente el ansia de hacerse santo como su dirigida espiritual.
Se convirtió en el medio por el cual se difundiera en todo el mundo la devoción que tanto amaba Margarita.
Por cuestiones de obediencia, lo destinaron dos años a York, Inglaterra, como predicador de la duquesa. Volvió con la tuberculosis. Margarita le dijo:"Nuestro Señor me ha dicho que él quería el sacrificio de tu vida en ese país".
Murió a los 41 años. Sus escritos manifiestan una bella armonía entre la espiritualidad de san Ignacio y la de san Francisco de Sales.
Catholic.net
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