Ciudad del Vaticano, 4 Jun 2008.– Benedicto XVI retomó en la audiencia general de los miércoles la catequesis sobre San Gregorio Magno, iniciada la semana pasada, centrándose esta vez en la doctrina de este Papa y Doctor de la Iglesia.
El Santo Padre recordó que en sus numerosas obras, San Gregorio "no se muestra nunca preocupado por trazar una doctrina "suya": prefiere hacerse eco de la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre el camino que es necesario recorrer para llegar a Dios".
"Apasionado lector de la Biblia", el autor de las "Homilías sobre los Evangelios", cree que el cristiano cuando lee las Escrituras "no debe conseguir solamente conocimientos teóricos, sino más bien el alimento cotidiano para su alma" e "insiste con fuerza en esta función del texto sacro: acercarse a la Escritura simplemente para satisfacer el deseo de conocimiento significa ceder a la tentación del orgullo".
"La humildad intelectual -dijo el pontífice- es la primera regla para quienes quieren penetrar en las realidades sobrenaturales partiendo de los libros sagrados. (...) Por otra parte, cuando se trata de la Palabra de Dios, comprender no es nada, si la comprensión no lleva a la acción".
En el "Comentario moral a Job", el doctor de la Iglesia, siguiendo la tradición patrística, "examina el texto sacro con un triple enfoque: literal, alegórico y moral. (...) El ideal moral consiste siempre en realizar una armoniosa integración entre palabra y acción, pensamiento y compromiso, oración y dedicación a los propios deberes. (...) Ese gran Papa traza para el creyente un proyecto completo de vida, que constituirá durante la Edad Media una "Summa" de la moral cristiana".
En su texto más conocido, la "Regla Pastoral", San Gregorio "se propone delinear la figura del obispo ideal, maestro y guía de su rebaño. (...) El obispo es ante todo "el predicador" por excelencia y como tal debe ser ante todo un ejemplo para los demás" y recuerda que "para una acción pastoral eficaz es necesario que conozca a los destinatarios y adapte sus intervenciones a la situación de cada uno". Además, "insiste en el deber que tiene el Pastor de reconocer su propia miseria, para que el orgullo no haga vano, ante los ojos del Juez Supremo, el bien cumplido".
"Todas estas preciosas indicaciones -explicó el Papa- demuestran el elevado concepto que San Gregorio tiene del cuidado de las almas, que define "el arte de las artes". (...) En el diseño teológico que Gregorio desarrolla en sus obras, pasado, presente y futuro son relativos. Lo que más le importa es el arco completo de la historia de la salvación que sigue su curso entre los oscuros meandros del tiempo. (...) Para él, los guías de las comunidades cristianas deben comprometerse a examinar los eventos a la luz de la Palabra de Dios".
Por último, Benedicto XVI recordó que en las relaciones que el Papa Gregorio "cultivó con los patriarcas de Antioquía, Alejandría y Constantinopla reconoció y respetó siempre sus derechos, evitando cualquier interferencia que limitase su autonomía legítima" y "si en su situación histórica se opuso al título de Patriarca Ecuménico para el Patriarca de Constantinopla (...) lo hizo porque se preocupaba (...) de la unidad fraternal de la Iglesia universal y, sobre todo, por su convicción profunda de que la humildad era la virtud fundamental de todo obispo y más aún de un patriarca".
"En su corazón -recalcó el Santo Padre-, Gregorio siguió siendo siempre un simple monje y por eso fue contrario a los grandes títulos. Quería ser el "servus servorum Dei" (el siervo de los siervos de Dios). (...) Profundamente conmovido por la humildad de Dios que en Cristo se hizo siervo nuestro, (...) estaba convencido de que un obispo debía imitar esa humildad".
Aunque el deseo de San Gregorio hubiera sido el de "vivir como un monje en permanente coloquio con la Palabra de Dios -concluyó Benedicto XVI-, por amor suyo se hizo servidor de todos en un tiempo lleno de tribulaciones y sufrimientos: siervo de los siervos. Por eso fue "Grande" y nos enseña cuál es la medida de la verdadera grandeza".
Fuente: VIS
El Santo Padre recordó que en sus numerosas obras, San Gregorio "no se muestra nunca preocupado por trazar una doctrina "suya": prefiere hacerse eco de la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre el camino que es necesario recorrer para llegar a Dios".
"Apasionado lector de la Biblia", el autor de las "Homilías sobre los Evangelios", cree que el cristiano cuando lee las Escrituras "no debe conseguir solamente conocimientos teóricos, sino más bien el alimento cotidiano para su alma" e "insiste con fuerza en esta función del texto sacro: acercarse a la Escritura simplemente para satisfacer el deseo de conocimiento significa ceder a la tentación del orgullo".
"La humildad intelectual -dijo el pontífice- es la primera regla para quienes quieren penetrar en las realidades sobrenaturales partiendo de los libros sagrados. (...) Por otra parte, cuando se trata de la Palabra de Dios, comprender no es nada, si la comprensión no lleva a la acción".
En el "Comentario moral a Job", el doctor de la Iglesia, siguiendo la tradición patrística, "examina el texto sacro con un triple enfoque: literal, alegórico y moral. (...) El ideal moral consiste siempre en realizar una armoniosa integración entre palabra y acción, pensamiento y compromiso, oración y dedicación a los propios deberes. (...) Ese gran Papa traza para el creyente un proyecto completo de vida, que constituirá durante la Edad Media una "Summa" de la moral cristiana".
En su texto más conocido, la "Regla Pastoral", San Gregorio "se propone delinear la figura del obispo ideal, maestro y guía de su rebaño. (...) El obispo es ante todo "el predicador" por excelencia y como tal debe ser ante todo un ejemplo para los demás" y recuerda que "para una acción pastoral eficaz es necesario que conozca a los destinatarios y adapte sus intervenciones a la situación de cada uno". Además, "insiste en el deber que tiene el Pastor de reconocer su propia miseria, para que el orgullo no haga vano, ante los ojos del Juez Supremo, el bien cumplido".
"Todas estas preciosas indicaciones -explicó el Papa- demuestran el elevado concepto que San Gregorio tiene del cuidado de las almas, que define "el arte de las artes". (...) En el diseño teológico que Gregorio desarrolla en sus obras, pasado, presente y futuro son relativos. Lo que más le importa es el arco completo de la historia de la salvación que sigue su curso entre los oscuros meandros del tiempo. (...) Para él, los guías de las comunidades cristianas deben comprometerse a examinar los eventos a la luz de la Palabra de Dios".
Por último, Benedicto XVI recordó que en las relaciones que el Papa Gregorio "cultivó con los patriarcas de Antioquía, Alejandría y Constantinopla reconoció y respetó siempre sus derechos, evitando cualquier interferencia que limitase su autonomía legítima" y "si en su situación histórica se opuso al título de Patriarca Ecuménico para el Patriarca de Constantinopla (...) lo hizo porque se preocupaba (...) de la unidad fraternal de la Iglesia universal y, sobre todo, por su convicción profunda de que la humildad era la virtud fundamental de todo obispo y más aún de un patriarca".
"En su corazón -recalcó el Santo Padre-, Gregorio siguió siendo siempre un simple monje y por eso fue contrario a los grandes títulos. Quería ser el "servus servorum Dei" (el siervo de los siervos de Dios). (...) Profundamente conmovido por la humildad de Dios que en Cristo se hizo siervo nuestro, (...) estaba convencido de que un obispo debía imitar esa humildad".
Aunque el deseo de San Gregorio hubiera sido el de "vivir como un monje en permanente coloquio con la Palabra de Dios -concluyó Benedicto XVI-, por amor suyo se hizo servidor de todos en un tiempo lleno de tribulaciones y sufrimientos: siervo de los siervos. Por eso fue "Grande" y nos enseña cuál es la medida de la verdadera grandeza".
Fuente: VIS
No hay comentarios:
Publicar un comentario