Ciudad del Vaticano.- Para el día 4 de agosto, fiesta de San Juan María Vianney, el cura de Ars, os envío de corazón los más calurosos saludos y este mensaje fraterno. La Iglesia hoy sabe que hay una urgencia misionera, no sólo “ad gentes”, sino también en las regiones y ambientes donde desde hace siglos la fe cristiana fue predicada, implantada y las comunidades eclesiales establecidas. Se trata de una misión o evangelización misionera dentro del propio rebaño, que tenga por destinatarios aquellos que nosotros bautizamos pero, por diversas circunstancias, no conseguimos evangelizar suficientemente o perdieron el primer fervor y se alejaron. La cultura post-moderna de la sociedad actual, una cultura relativista, secularizada, agnóstica y laicista, también ejerce una fuerte acción erosiva sobre la fe religiosa de muchos.
La Iglesia es por naturaleza misionera. “El sembrador salió a sembrar” (Mt 13,3), dice Jesús. Salió de casa y no se limitó a echar desde la ventana la semilla. Así, la Iglesia sabe que no puede permanecer en casa y limitarse a acoger y evangelizar a los que la buscan en sus comunidades e iglesias. Es preciso levantarse e ir en búsqueda, allá donde las personas y las familias residen, viven y trabajan. Ir también a todos los servicios, organizaciones, instituciones y ámbitos de la sociedad humana. Para esta misión, todos los miembros de la comunidad eclesial son llamados, pastores, religiosos y laicos.
Por otro lado, la Iglesia reconoce que los presbíteros son la gran fuerza propulsora de la vida cotidiana de las comunidades locales. Cuando los presbíteros se mueven, la Iglesia se mueve. De lo contrario, será muy difícil realizar la misión. Vosotros, queridos hermanos presbíteros, sois la gran riqueza, el dinamismo, la inspiración pastoral y misionera, allá en la base, donde viven en comunidad nuestros bautizados. Sin vuestra determinante decisión de remar mar adentro (“Duc in altum”) para la grande pesca, a la cual el propio Señor os convoca, poco o nada acontecerá en el ámbito de la misión urgente, sea “ad gentes” sea en los territorios de antigua evangelización. Pero, la Iglesia tiene certeza de poder contar con vosotros, porque sabe y reconoce explícitamente que la inmensa mayoría de nuestros sacerdotes, no obstante las flaquezas y limitaciones humanas, que todos tenemos, son sacerdotes dignos, que donan cada día su vida al Reino de Dios, que aman a Jesucristo y el pueblo que les fue confiado, sacerdotes que se santifican en el ejercicio diario de su ministerio, que perseveran hasta el fin en la mies del Señor. Hay, sí, una pequeña parte de sacerdotes, que se desvió, a veces muy gravemente. La Iglesia quiere reparar el mal por ellos realizado. Pero, por otro lado, se alegra y se enorgullece de la inmensa mayoría de sus presbíteros, que son buenos y sumamente loables.
Por otro lado, la Iglesia reconoce que los presbíteros son la gran fuerza propulsora de la vida cotidiana de las comunidades locales. Cuando los presbíteros se mueven, la Iglesia se mueve. De lo contrario, será muy difícil realizar la misión. Vosotros, queridos hermanos presbíteros, sois la gran riqueza, el dinamismo, la inspiración pastoral y misionera, allá en la base, donde viven en comunidad nuestros bautizados. Sin vuestra determinante decisión de remar mar adentro (“Duc in altum”) para la grande pesca, a la cual el propio Señor os convoca, poco o nada acontecerá en el ámbito de la misión urgente, sea “ad gentes” sea en los territorios de antigua evangelización. Pero, la Iglesia tiene certeza de poder contar con vosotros, porque sabe y reconoce explícitamente que la inmensa mayoría de nuestros sacerdotes, no obstante las flaquezas y limitaciones humanas, que todos tenemos, son sacerdotes dignos, que donan cada día su vida al Reino de Dios, que aman a Jesucristo y el pueblo que les fue confiado, sacerdotes que se santifican en el ejercicio diario de su ministerio, que perseveran hasta el fin en la mies del Señor. Hay, sí, una pequeña parte de sacerdotes, que se desvió, a veces muy gravemente. La Iglesia quiere reparar el mal por ellos realizado. Pero, por otro lado, se alegra y se enorgullece de la inmensa mayoría de sus presbíteros, que son buenos y sumamente loables.
En este Año Paulino y en la expectativa del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios, que se realizará en Roma, en octubre próximo, queremos todos disponernos para la urgente misión. Que el Espíritu Santo nos ilumine, nos envíe, nos impulse para que andemos y anunciemos de nuevo a todos la persona de Jesucristo, muerto y resucitado, y su Reino! Os saludo, una vez mas, queridos hermanos, permaneciendo siempre a vuestro servicio. Rezo por todos vosotros, en especial por los que están sufriendo, por los enfermos y ancianos.
Vaticano, 15 de julio de 2008.
Vaticano, 15 de julio de 2008.
Cardenal Claudio Hummes
Prefecto de la Congregación para el Clero
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