En este domingo, último del año litúrgico y solemnidad de Cristo Rey, "el Evangelio insiste precisamente -dijo el Papa-, en la realeza universal de Cristo juez, con la parábola del Juicio Final", que contiene "la verdad acerca de nuestro destino y del criterio con que seremos valorados: Tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, era peregrino y me acogisteis".
Esas palabras "forman parte de nuestra civilización. Han marcado la historia de los pueblos de cultura cristiana: la jerarquía de valores, las instituciones, las múltiples obras benéficas y sociales. Efectivamente, el reino de Cristo no es de este mundo, pero lleva a término todo lo bueno, que gracias a Dios, hay en el ser humano y en la historia. Si ponemos en práctica el amor al prójimo, siguiendo el mensaje evangélico, damos cabida al señorío de Dios y su reino se realiza entre nosotros. Si en cambio cada uno piensa solamente en sus intereses, el mundo se arruinará".
"El reino de Dios -afirmó el Santo Padre- no es cuestión de honores y apariencias. (...) El Señor se preocupa por nuestro bien, es decir que toda persona tenga la vida y que especialmente sus hijos más "pequeños" accedan al banquete que ha preparado para todos. Por eso no le interesa la hipocresía de los que dicen: "Señor, Señor" y luego no cumplen sus mandamientos. En su reino eterno Dios acoge a los que se esfuerzan día tras día por poner en práctica sus palabras".
Fuente: VIS
No hay comentarios:
Publicar un comentario