Ciudad del Vaticano, 5 Abr. 09.- Jóvenes de todo el mundo, entre ellos una delegación de 7.000 chicos y chicas de la archidiócesis de Madrid, donde en 2011 se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud, participaron esta mañana en la celebración eucarística del Domingo de Ramos presidida por el Papa en la Plaza de San Pedro, con ocasión de la XXIV Jornada Mundial de la Juventud que este año se celebra a nivel diocesano y cuyo tema es: "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4,10).
El Papa dijo que "el sacrificio y la renuncia forman también parte de una vida recta. Quien promete una vida sin este siempre nuevo don de sí, engaña a la gente. No existe una vida lograda sin sacrificio". En este sentido afirmó que en las situaciones en que ha aceptado una renuncia "han sido momentos grandes e importantes de mi vida".
Benedicto XVI concluyó haciendo hincapié en que "quien quiere reservar su vida para sí mismo, la pierde. Quien entrega su vida -cotidianamente, en los pequeños gestos que forman parte de la gran decisión- la encuentra. Esta es la verdad exigente, pero también profundamente bella y liberadora, en la que queremos entrar paso a paso durante el camino de la Cruz a través de los continentes".
VIS
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Antes de la misa, Benedicto XVI bendijo las palmas y los ramos de olivo en el obelisco de la plaza y posteriormente se dirigió en procesión hasta el altar.
En la homilía, el Santo Padre comentó que Cristo, con su muerte en la cruz, mostró "la ley fundamental de la existencia humana: "El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna".
"Quien quiere quedarse su vida para sí, vivir sólo para sí mismo, disfrutar de todas las posibilidades -precisamente este pierde la vida. Ésta se convierte en aburrida y vacía. Sólo en el abandono de sí mismos, sólo en el don desinteresado del yo a favor del tú, sólo en el "sí" a la vida más grande, propia de Dios, también nuestra vida llega a ser amplia y grande", aseguró.
Benedicto XVI explicó que "el amor significa abandonarse a sí mismos, darse, no querer poseerse a sí mismos, sino ser libres de sí mismos: no replegarse sobre sí mismos -qué será de mí-, sino mirar adelante, hacia el otro -hacia Dios y hacia los hombres que Él me envía".
"En la realidad concreta, no se trata simplemente de reconocer un principio, sino de vivir su verdad, la verdad de la cruz y de la resurrección. Por eso, no basta una única gran decisión. Es importante osar una vez la gran decisión fundamental, osar el gran "sí" que el Señor nos pide en un cierto momento de nuestra vida, (...) que debe ser después cotidianamente reconquistado en las situaciones de todos los días, en las que, siempre de nuevo, debemos abandonar nuestro yo, ponernos a disposición, cuando en el fondo querríamos en cambio agarrarnos a nuestro yo", añadió.
El Papa dijo que "el sacrificio y la renuncia forman también parte de una vida recta. Quien promete una vida sin este siempre nuevo don de sí, engaña a la gente. No existe una vida lograda sin sacrificio". En este sentido afirmó que en las situaciones en que ha aceptado una renuncia "han sido momentos grandes e importantes de mi vida".
"La gloria de Dios, su señorío, su voluntad es siempre más importante y más verdadera que mi pensamiento y mi voluntad. (...) Aprender este orden justo de la realidad, aceptarlo íntimamente; confiar en Dios y creer que Él está haciendo lo justo; que su voluntad es la verdad y el amor; que mi vida llega a ser buena si aprendo a adherirme a este orden. La vida, la muerte y la resurrección de Jesús son para nosotros la garantía de que podemos verdaderamente fiarnos de Dios. De esta forma se realiza su Reino".
La Cruz, continuó, "camina de un lado al otro del mundo, de mar a mar. Y nosotros la acompañamos. Progresamos con ella en el camino y así encontramos nuestro camino". "Cuando tocamos la Cruz, es mas, cuando la llevamos, tocamos el misterio de Dios, el misterio de Jesucristo", añadió, pero "también la ley fundamental, la norma constitutiva de nuestra vida, es decir, el hecho de que sin el "sí" a la Cruz, sin caminar en comunión con Cristo cada día, la vida no puede tener éxito".
Benedicto XVI concluyó haciendo hincapié en que "quien quiere reservar su vida para sí mismo, la pierde. Quien entrega su vida -cotidianamente, en los pequeños gestos que forman parte de la gran decisión- la encuentra. Esta es la verdad exigente, pero también profundamente bella y liberadora, en la que queremos entrar paso a paso durante el camino de la Cruz a través de los continentes".
VIS
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