Ciudad del Vaticano.- Benedicto XVI celebró esta mañana la Santa Misa en la basílica vaticana durante la cual ordenó presbíteros a catorce diáconos de la diócesis de Roma.
En la homilía, el Papa explicó que el presbítero "está llamado a redescubrir en la oración el rostro siempre nuevo del Señor y el contenido más auténtico de su misión. Solamente quien tiene una relación intima con el Señor es aferrado por Él, puede llevarlo a los demás, puede ser enviado. Se trata de un ""permanecer con él" que debe acompañar siempre el ejercicio del ministerio sacerdotal; debe ser la parte central, también y sobre todo en los momentos difíciles, cuando parece que las "cosas que hay que hacer" deben tener la prioridad. Donde estemos, cualquier cosa que hagamos, debemos "permanecer siempre con Él".
El Santo Padre subrayó que "el sacerdocio no puede jamás representar un modo para alcanzar seguridad en la vida o para conquistar una posición social. Quien aspira al sacerdocio para un aumento del propio prestigio personal o del propio poder no ha entendido en su raíz el sentido de este ministerio. Quien quiera ante todo realizar una ambición propia, alcanzar un éxito, será siempre esclavo de sí mismo y de la opinión pública. Para ser considerado deberá adular; deberá decir aquello que agrada a la gente; deberá adaptarse al cambio de las modas y de las opiniones y, así, se privará de la relación vital con la verdad, reduciéndose a condenar mañana lo que haya alabado hoy".
"Un hombre que plantee así su vida -continuó-, un sacerdote que vea en estos términos su propio ministerio, no ama realmente a Dios y a los demás, sino solo a si mismo y, paradójicamente, termina por perderse. El sacerdocio -recordémoslo siempre- se funda en el coraje de decir sí a otra voluntad, con la conciencia de que debe crecer cada día, de que precisamente conformándose a la voluntad de Dios, "inmersos" en esta voluntad, no solo no se cancelará nuestra originalidad, sino, al contrario, entraremos cada vez más en la verdad de nuestro ser y de nuestro ministerio".
Hablando de la celebración eucarística, Benedicto XVI dijo que en esos momentos "tenemos en nuestras manos el pan del Cielo, el pan de Dios, que es Cristo, grano partido para multiplicarse y convertirse en el verdadero alimento para la vida del mundo. Es algo que no puede sino llenar vuestro corazón de íntimo estupor, de viva alegría y de inmensa gratitud: el amor y el don de Cristo crucificado y glorioso pasan a través de vuestras manos, vuestra voz y vuestro corazón. ¡Es una experiencia siempre nueva de asombro ver que en mis manos, en mi voz, el Señor realiza este misterio de Su presencia!".
El Papa pidió a Dios que otorgue a los nuevos presbíteros "la gracia de saber experimentar en profundidad toda la belleza y la fuerza de este servicio presbiteral y, al mismo tiempo, la gracia de poder vivir este ministerio con coherencia y generosidad, cada día".
"La gracia del presbiterado -continuó- (...) os unirá en lo más profundo de vuestro corazón a los sentimientos de Jesús que ama hasta el extremo, hasta el don total de sí, a su ser pan multiplicado para el santo banquete de la unidad y la comunión".
El Santo Padre concluyó refiriéndose a la importancia de que "al cuidado de la celebración eucarística se una siempre el empeño por una vida eucarística, es decir, vivida en la obediencia a una única gran ley, la del amor que se dona totalmente y sirve con humildad, una vida que la gracia del Espíritu Santo hace cada vez más semejante a la de Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote, siervo de Dios y de los hombres".
VIS
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